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Las fiestas de Navidad están muy bien mientras duran y para el que las disfruta, pues también hay personas a las que les agobian los compromisos, las comidas y cenas familiares, los atascos, las luces, etc.… Después de este periodo de gastos que constituye la Navidad, llega la temida cuesta de enero. Se llama así porque se entiende que en el mes de diciembre nos gastamos el dinero de diciembre y enero y cuando llega el nuevo año llegan con él las vacas flacas y el momento de ajustarse el cinturón…

Por supuesto que una actitud ahorradora durante los meses anteriores a diciembre ayuda a que la cuesta se haga menos dura, pero aquí nos vamos a centrar en otros aspectos y no sólo en el factor económico (que este año promete ser aún peor que otros).

Hay que asumir que llega el momento de afrontar la realidad y poner al mal tiempo buena cara es una actitud que debemos fomentar. El síndrome postvacacional acecha (al igual que en septiembre) y la vuelta a la rutina puede convertirse en un horror, además, con unos kilos de más…

Es fundamental centrarse en lo positivo que nos ofrece la vida y disfrutar de los pequeños placeres, los cuales no siempre vienen condicionados por el dinero del que disponemos, por ejemplo, una buena película en compañía de la pareja o amigos en un mullido sofá, un baño relajante con mascarilla incluida, unas castañas asadas, un paseo por un parque, etc.… pasarlo bien no siempre es sinónimo de estridencias y cosas exóticas. Disfrutar de lo simple es más fácil de lo que pueda parecer en principio.

Además, podemos aprovechar esta época del año para proponernos actividades que queramos llevar a cabo, como dejar de fumar, comenzar a hacer ejercicio, cuidarnos un poco más, empezar una lengua, etc. El inicio del año tiene algo de fresco así que podemos aprovechar lo que eso tiene de positivo.

Para terminar, comentaré que las rebajas, esa época del año que muchos esperan con ansia, es un tiempo estupendo para reponer nuestro fondo de armario y adquirir útiles básicos. Pero también es una época en la que se desatan nuestros impulsos más consumistas y con ellos la fiebre de la acumulación. Toca aplicar la lógica y el realismo. Lo ideal es echar un vistazo a nuestro armario y de forma objetiva decidir qué es lo que necesitamos. Lo mismo con los útiles de cocina, toallas, muebles, etc.… Es un buen momento para renovar cosas que nos venían haciendo falta. Pero usar las rebajas como forma de evitar el aburrimiento o de acumular, sólo nos reportará un bienestar inmediato.

¿Cuántas veces hemos comprado algo para luego arrepentirnos cuando llegamos a casa o días después? Sería conveniente hacer una lista con lo que buscamos en las rebajas, de lo contrario corremos el riesgo de dejarnos llevar por la fiebre y volver a casa cargados de cosas que no necesitábamos ni nos vamos a poner. Un último consejo: ¡no vayáis de compras cuando estáis bajos de moral!

Redacción: Ana Isabel Fernández
Traducción al griego: Vicky Rouska