La autora plantea un mundo de mentiras, intrigas y juegos en torno del genial pintor.

Por: María Luján Picabea

"El Greco no era un héroe, era más bien un hombre atormentado que quería ser aquello que en su época se castigaba: quería ser moderno", Silvia Plager, habla de Domenikos Theotokopulos -aquel que la historia del arte recuerda sólo como El Greco- como si hablara de uno de sus ancestros, un pariente lejano y querido, una parte de su biografía personal. Y es que casi ha llegado a serlo. "Hace diez años cuando visité Toledo me enamoré de la ciudad y del Greco", comenta la escritora. Desde entonces lo ha llevado con ella a todas partes, aún sin saber que lo llevaba, ha leído los libros de su época, ha escudriñado una y otra vez en sus pinturas y hasta ha explorado los aromas y sabores de su cocina. El resultado esta en la novela Las damas ocultas de Greco, publicada recientemente por el sello Planeta.

"Siempre dije que algún día iba a escribir esta historia, sin embargo por muchos años creí que si bien era la historia que quería contar, no era capaz de hacerlo", recuerda Plager. Pero, ¿por qué? "Porque no le encontraba el tono, probaba diferentes narradores, lo intentaba desde la voz de la criada del pintor pero enseguida descubría que la novela no podía estar teñida de la subjetividad de una persona que había sido expulsada de la sociedad y que guardaba cierto resentimiento con ella. Pensaba en narra desde la subjetividad de la madre del hijo del Greco pero me veía limitada porque en un punto de la historia este personaje desaparecía. Especulaba con el propio Greco como narrador y me resultaba una locura, un relato que resultaría muy falso."

Tal vez por eso la novela fue quedando en folios de ideas postergadas hasta que un día vino un narrador en tercera persona omnisciente y se ofreció a contarla, "eso fue lo que me permitió lograr el subterfugio de un tono que aproximara al lector a la época". Porque Las damas ocultas del Greco es una novela de época, ¿una especie de pintura de la Inquisición? "Si, es una forma de pintura costumbrista, un cuadro de costumbre. Yo quería que fuera así y que el punto de vista estuviera en la gente de esa época".

De allí que la novela sobrevuela la vida del pintor y pincela su entorno con personajes de ficción que lo rodean, lo atraviesa, lo tocan, lo corren de lugar y lo estremecen. Todo ello en la España de la Inquisición. Aunque, sostiene Plager, "esta no es, de ninguna manera, una novela histórica, está rodeada de un momento histórico que tenía que respetar. Pero la verdad es de ello tomé sólo algunos detalles a partir de los cuales me puse a fantasear"

En un explícito juego de pasiones, temores, mentiras y sexo la novela acerca la figura del Greco y juega a redescubrirlo en su complejidad, con sus debilidades, temores, fracasos y excentricidades. "Eran épocas de verdades absolutas: la religión, los reyes. Pero el artista tiene una única verdad que es su arte, no hay otra. Si respeta otras verdades deja de ser un artista. El Greco no quería la verdad de los otros, él tenía su propia verdad", comenta la escritora.

Durante la investigación, Plager se entusiasmó con el perfil vital y el espesor intelectual del creador. Es que el pintor de origen cretense era "un hombre que leía el antiguo testamento en hebreo, conocía varias lenguas y le daba importancia a la salud en tiempos en que el cuerpo era algo despreciable y despreciado". El Greco también se debatía entre sus inquietudes personales y el destino del arte de su época, signado por la pintura religiosa, a la que "adhirió, pero siempre a su manera", destaca la autora.

Lejos del rigor histórico, pero enriquecida con los condimentos, el color y los aromas del siglo XVI, Las damas del Greco es una novela en la que abundan las intrigas. "Yo quería una trama de intriga pero no podía crearla desde El Greco, porque es un personaje demasiado grande. Para dar espacio a ese juego fue que la historia se pobló de personajes secundarios", advierte Plager, quien además confiesa que terminar la novela la ha dejado agotada. "Sucede que esta historia ha sido y es parte de mi vida y, por otra parte, modificó para siempre mi relación con la literatura, con mi propia literatura".

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