Bernardo SouvirónEn Madrid, un apasionado de la cultura griega, profesor de universidades e institutos, se levantaba los martes de madrugada para participar, ¡a las cuatro de la mañana!, en el programa radial ‘De la noche al día’, en el que relataba a su audiencia lo que había aprendido sobre la historia del mundo antiguo. Como resultado de esa labor, Bernardo Souvirón –así se llama nuestro autor– publicó el libro  Hijos de Homero: un viaje personal por el alba de Occidente,  acaso un punto de inflexión para discutir acerca de las posibilidades y las vías de transformar el mundo. Los antepasados, a través de las obras materiales y el pensamiento, nos han legado una enseñanza que no podemos desatender en estos tiempos en que queremos con firmeza asegurar un porvenir de optimismo.

La tesis principal de Souvirón es que, hasta el mismísimo día de hoy, quienes formamos parte de la tradición occidental no hemos sabido gobernar ni vivir en paz debido a la circunstancia de que la democracia inventada por los griegos –de la cual provenimos– se fundamentaba en la guerra como sustento económico de la sociedad, en la esclavitud de unos hombres, y en la eliminación legal de la mujer de toda estructura administrativa, social y política. El erudito español se apoya en investigaciones arqueológicas para subrayar que, antes de la eclosión civilizatoria que se dio en Grecia, los recintos y palacios de la isla de Creta nunca estuvieron amurallados y jamás conocieron armas y utensilios para el combate. Las deidades cretenses son femeninas, lo que confirma la existencia de una sociedad matriarcal.

Esta civilización organizada por el poder femenino fue arrasada por los micenos o aqueos, los pueblos originarios de lo que devendría en Grecia, cuyas gestas son cantadas en la  Ilíada  y la  Odisea  del poeta Homero. El nacimiento del Occidente al que nos pertenecemos se basa en una economía y una cultura de guerra que supuso el sometimiento de la mujer, un hecho cultural y político que hasta ahora a algunos les parece lógico y natural. Sin embargo, el libro demuestra que la eficacia de la imaginación expresada en los mitos sirvió para justificar esa forma de dominio político y social. El primer libro occidental –que incluso enseñamos en la escuela secundaria– es una obra que exalta el prototipo del varón preparado para la guerra. Las mujeres, desde entonces, perturban a los hombres…

Pandora es hermosa pero inútil para cerrar oportunamente la caja de la cual se le escapan los males que asolarán a la humanidad; por culpa de Helena supuestamente se desata una guerra en Troya; Alcestis sacrifica su vida para que pueda vivir su marido; Penélope guarda fidelidad al cónyuge guerrero ausente y reduce su vida al ámbito doméstico; Antígona debe morir por haber desafiado la autoridad del rey… Souvirón está convencido de que la lucha actual de las mujeres puede cambiar radicalmente la sociedad y llevar al ser humano a un mundo diferente. ¿Será que, por ser hijos de Homero –al habernos criado durante milenios bajo un ambiente de pelea–, somos incapaces de resolver las diferencias pacíficamente, y cada vez que se desata un desacuerdo nos proponemos acribillar al otro, reducirlo a la mínima expresión y acallarlo para que no nos incomode?

Πηγή: www.eluniverso.com