Natividad Peramos Soler (Universidad de Salónica)
José Juan Batista Rodríguez (Universidad de La Laguna)

1. Introducción

La comunicación humana depende, en gran medida, del conocimiento enciclopédico del mundo que tienen los hablantes. Todos tenemos en común universales humanos (escenarios, frames), que, sin embargo, vienen matizados por cada cultura, de manera que poseen valores específicos y diferenciados (Wotjak 2006). Así, las sociedades poseen sus propias visiones del mundo, actitudes y conductas sobre diversos temas y circunstancias, distinguiéndose así las distintas comunidades culturales. Una de las disciplinas lingüísticas que mejor recoge estas especificidades lingüísticas es la fraseología, pues pone de relieve numerosos aspectos socio-culturales.

El interés por la fraseología se ha incrementado muchísimo en los últimos años. A pesar de que podemos rastrear sus orígenes en Charles Bally (1951[1909]), el discípulo de Saussure, tal disciplina empezó a desarrollarse después de la Segunda Guerra Mundial, sobre todo, en Inglaterra y en las antiguas Unión Soviética y República Democrática Alemana (Corpas, 1996: 11). Su importancia para la traducción y para la adquisición de segundas lenguas siempre fue evidente, por lo que se adscribió, desde el principio, a la llamada Lingüística aplicada. No obstante, en Alemania constituye una asignatura más en los programas de estudios universitarios. En España, la fraseología se ha ido desarrollando con rapidez desde los años noventa, de manera que, hoy en día, nuestro país cuenta con un buen número de investigadores que se ocupan de ellai. En este sentido, le auguramos también una mayor expansión en Grecia en un futuro no muy lejanoii.

Las unidades fraseológicas (UF), también llamadas fraseologismos, pertenecen a lo que Coseriu (1977: 113) denomina «discurso repetido», caracterizándose, sobre todo, por los tres rasgos siguientesiii:

a) su carácter poliléxico, que las distingue de las palabras aisladas, simples o compuestas, de la lengua;

b) su fijación, que implica su memorización como si constituyeran un todo inseparable, tal y como se almacenan las unidades simples; y

c) su idiomaticidad u opacidad léxica, rasgo que, sin embargo, puede faltar, como ocurre en las llamadas colocaciones, clasificación que aclararemos en seguida.

En efecto, las UF suelen clasificarse atendiendo a dos parámetros: 1) que se trate de oraciones o de sintagmas; y 2) que sean idiomáticas o no.

Así, en España (Corpas, 1996: 270), las UF oracionales, esto es, las que equivalen a una oración, reciben el nombre de enunciados fraseológicos, mientras que, a su vez, dentro de las UF suboracionales, se distingue entre colocaciones (UF no-idiomáticas) y locuciones (UF idiomáticas). De esta manera y dentro del nivel suboracional, plantear un problema constituye una colocación, mientras que tocino de cielo o hacer de tripas corazón son locuciones. Por lo que al nivel oracional se refiere, los enunciados fraseológicos suelen dividirse en paremias (como los refranes) y fórmulas (como las habituales de saludo y despedida), las cuales, a su vez, presentan numerosas subdivisiones. Dado el escaso espacio de que disponemos, no podemos ser más explícitos. Por suerte, el manual de Corpas (1996) constituye una excelente introducción a la fraseología y a él remitimos.

2. La fijación y la variación de las UFs

Después de discutir mucho sobre esta clasificación, algunos autores (López Roig, 2002) insisten en la necesidad de tener en cuenta perspectivas como la «teoría del centro y la periferia», en la que ante todo se huye de rigorismos. Es bien conocido, por ejemplo, que una colocación como «meter un gol» puede emplearse también con sentido metafórico, con lo que tendría que clasificarse como locución. Y, así, sucesivamente. En esta línea se muestra también nuestra contribución actual, pues de la misma manera que, según veíamos, hay UF no-idiomáticas, su fijación y estabilidad no impiden la aparición de variantes fraseológicas (en adelante, VF), motivo en el que nos centraremos a continuacióniv.

Es tan cierto que la fijación se manifiesta de forma regular en las UF como que las UF suelen presentar variantes. Ello se debe, a nuestro juicio, al carácter predominantemente oral de las UF: la oralidad conlleva necesariamente la variaciónv. Entre los pocos estudios dedicados a la variación fraseológica, citaremos los de B. Wotjak (1983) y Ortega/González Aguiar (2005), por parecernos los más a propósito. Estos autores insisten en que, en la mayoría de los casos, las VF vienen prefijadas, es decir, que la variación está determinada y limitada, no se puede alterar y es conocida por los hablantes. Por su parte, ya Zuluaga (1980: 106-108) había recalcado que no se pueden confundir con las VF los siguientes tipos de UF:

a) las UF sinónimas, pues sus componentes son distintos y, por tanto, son UF distintas (llorar a moco tendido/llorar como una Magdalena; irse al otro barrio/estirar la pata); o

b) las UF que varían completamente su designación con la modificación de algún miembro (tener buena fama/mala fama; subir/bajar el listón); etcvi.

En el ámbito de la fraseología alemana, B. Wotjak (1983) distingue entre modificaciones textuales y variantes convencionales sistemáticas. Las segundas no presentan mayor problema, pues se deben a circunstancias diatópicas, diastráticas y diafásicas, consustanciales al lenguaje. No creemos necesario insistir en este particular, pues está claro que la comparación estereotipada Ser más canario que el gofio no se usa más que en Canarias o que la locución Estar hasta los cojones no es propia del lenguaje formal. Sin embargo, las modificaciones textuales son más complejas, pues implican cambios tanto en el significado como en el significante de las VF, de manera que, para limitarnos a las modificaciones textuales en la forma del significante, podemos distinguir entre expansión, reducción o sustitución de las UF.

Por su parte, G. Ortega y I. González Aguiar (2005: 100-102) se centran, sobre todo, en los cambios morfológicos, sintácticos y léxicos, según los distintos planos en los que aparezcan las VF en cuestiónvii. Las VF más frecuentes son aquéllas que sustituyen un elemento léxico por otro, como ocurre en el caso de me importa un comino/pepino/pimiento/ rábano,delgado como un espárrago/ fideo/ palillo/ silbido. Estos autores insisten en la diferencia entre variantes no intencionadas y variantes intencionadasviii, excluyendo de su trabajo las segundas por considerarlas una manipulación creativa.

3. Motivos de la variación fraseológica

Teniendo en cuenta todas estas aportaciones de estos autores, vamos a comentar, seguidamente, algunas VF surgidas por sustitución léxica, cuyo origen no se debe nunca a la variación intencionalix, sino a otros motivos, entre los que citamos los siguientes:

a) En la mayoría de los casos, las VF son de orden diatópico, diastrático o diafásico. Si en lenguas habladas por pocos millones de hablantes, se detectan variantes diatópicas, podemos imaginarnos la situación en el caso del español, donde no sólo nos encontramos con numerosas variantes dentro de la misma Península, sino que, además, hay que contar con las que se muestran en toda Hispanoamérica. En este sentido, la realidad más inmediata se impone al hablante, obligándole a emplear vocablos y a expresarse sobre conceptos que son exclusivos de un lugar determinado. Así, por ejemplo, hemos recogido en Canarias la comparación estereotipada Ser más negro que un coyor, traída a las Islas por antiguos emigrantes a Latinoamérica y que sólo se entiende debido a que sigue el esquema bien conocido de Ser más X que Y, donde Y equivale a un ente que presenta esa cualidad en grado sumox. De esta manera, no hace falta que el hablante sepa que el coyor (Venezuela) o coyol (Nicaragua, Costa Rica) es un tipo de palmera de color muy oscuro, pues entiende perfectamente lo que se quiere decir, aunque la VF más usual, en España, es Ser más negro que el carbón. Las variantes de este tipo son las más frecuentes en todas las lenguas. En cuanto a las variantes diafásicas, también son muy normales, sobre todo si se atiende a los niveles 'familiar' y 'formal'. Por eso, el enunciado fraseológico tan frecuente de ¡Eso es lo más que me molesta/fastidia! suele expresarse, en el ámbito familiar, como ¡Eso es lo que más me jode!; y, al contrario, la expresión ¡Manda cojones! suele dulcificarse como ¡Manda narices!. En todos los casos citados, nos hallamos ante esquemas fraseológicos que resultan inmediatamente comprensibles, aunque no se entiendan las modificaciones léxicas concretas. Por último, también resultan llamativas las variantes diastráticas que aparecen, por ejemplo, en las fórmulas de saludo: ¿Cómo estás? / ¿Qué pasó? o ¿Qué hay?, que, siendo por lo general menos significativas que las anteriores, atraen nuestro interés por tratarse de un esquema de distinto tipo al que comentábamos más arriba, pues no es exclusivamente lingüísticoxi. En efecto, las fórmulas se emplean en determinados contextos y situaciones sociales (saludo, despedida, deseo, etc.), de manera que es, precisamente, el «escenario» lo que actúa en estos casos como esquema fraseológico.

b) La lengua está en continuo desarrollo y, como ocurre con las palabras, también las UF sufren procesos de creación y mortandad. De aquí que muchas UF salgan del uso cotidiano y que, en el curso de pocos años, nos encontremos con VF diacrónicas. Tal es el caso, especialmente, de aquellas UF asociadas a fenómenos concretos, a modas determinadas que pasan, dejando como rastro algunos fraseologismos. Así, por ejemplo, ya casi no se oye la locución de Estar con algo como Mateo con la guitarra, muy popular hace unos 30 años, mientras Charlar más que una azuda y una aceña o Hablar como un hético/tísico no se emplean actualmente, pues ahora no están de moda ni los molinos de agua ni la tuberculosis, por lo que se prefiere la locución Hablar hasta por los codos. Este hecho implica que, para entender la mayoría de los fraseologismos presentes en el Cuento de cuentos de Quevedo, debemos acudir a algún diccionario de fraseologismos del Siglo de Oro.

c) En otros casos, quizá más «individuales», pero muy frecuentes, la sustitución de un elemento léxico se debe a las deturpaciones propias del lenguaje oral en personas de escasa cultura y que no tienen conciencia de tal variación, como ocurre en las muy conocidas VF de Me importa un comino/rábano/pimiento/pepino/pito> pepito. En efecto, el hablante no suele preocuparse excesivamente de la corrección de las UF que emplea, embebido como está en los aspectos ilocutivos y perlocutivos (en el sentido de la lingüística cognitiva), tan típicos de la conversación ordinaria. Así, aunque el enunciado fraseológico Me importa un comino es totalmente lógico, debido a la pequeñez de la especia, el más alejado, y sólo fonéticamente motivado, de Me importa un pepito sólo puede explicarse a partir de deturpaciones realizadas sobre VF intermedias del tipo de Me importa un pepino y Me importa un pito.

4. Depuraciones de Unidades Fraseológicas

De tales deturpaciones, tan frecuentes como individuales y de las que hemos recogido numerosos ejemplos, ofrecemos algunas muestras que hemos oído:

Estar a pedir un riñón supone la sustitución léxica del sintagma más común y normal Estar a partir un piñón y revela algunas características de tales deturpaciones, que son fruto, en general, de una combinación entre el simbolismo fónico y la ignorancia. El simbolismo fónico suele actuar, además, agrupando distintas VF «intermedias», según veíamos con Me importa un pepino/pimiento>pepito, de manera que no sería extraño que en este caso locuciones adverbiales del tipo A pedir de boca hayan podido influir también en la deturpación.

Ser la flor innata, VF de la locución verbal Ser la flor y nata, motivada por el parecido fonético entre ambos segmentos y por la dificultad que le supuso al hablante la idiomaticidad de esta expresión.

Ser un desecho de perfección constituye una VF muy curiosa, pues se explica, fundamentalmente, por no haberse comprendido el término dechado 'modelo', que fue sustituido por una palabra mucho más al uso; sin embargo, a los oyentes les resultó, hasta cierto punto, un hallazgo, ya que los «dechados de perfección» suelen «dar asco» a los que no lo son.

Fumar como un cosaco es un claro ejemplo de comparación estereotipada. Y, en éstas, el valor perlocutivo es tan grande, que viene a ser casi indiferente el tenor literal de la comparación. Así, decimos Ser más feo que el diablo/coño/carajo y un largo etcétera, que, pasando por Picio, puede abarcar incluso formas verbales (Ser más feo que pegarle a un padre/que mandado a encargar). En estos casos, los hablantes «saben» que los cosacos son tomados como paradigma de los excesos y, así, construyen analógicamente Comer como un cosaco, Dormir como un cosaco, etc.

En fin, hemos tratado hasta ahora de hacer una somera presentación de la fraseología española, que cuenta ya con varios diccionarios importantesxii, haciendo hincapié en el importantísimo aspecto de la variación fraseológica. Antes de concluir nos gustaría hacer una brevísima incursión en otro aspecto muy interesante de la fraseología: la fraseología contrastiva. Para ello contrapondremos brevemente algunos fraseologismos griegos y españoles, resaltando dos aspectos que nos parecen importantes: el elevado nivel de equivalencia (y congruencia) entre las UF de ambas lenguas y la posible influencia del judeo-español en todo este proceso.

5. Equivalencias con el griego

No suele resultar difícil encontrar equivalencia y congruencia entre las UF griegas y españolas, como se aprecia a continuación:

a) colocaciones como pedir un favor: zitó mía chári;

b) locuciones como meter mano: válo chéri/romper el hielo: spáo ton págo / tomar aire, pérno aéra .

c) enunciados fraseológicos, tanto paremias del tipo más vale pájaro en mano que ciento volando: kálio pénde kai sto chéri pára déka kai kartéri, como fórmulas ¡Salud! Stin yiá-mas! Por otra parte, también encontramos variantes diacrónicas, diatópicas, diastráticas y diafásicas, además de deturpaciones, al igual que pasaba en español.

Es evidente que el griego y el latín han convivido durante casi veinticinco siglos y que tal convivencia ha influido, sin duda, en la equivalencia de los fraseologismos. Pero pensamos que no resulta tampoco muy descaminada nuestra hipótesis de que los judíos sefarditas del Mediterráneo oriental pudieron jugar un papel importante en el acercamiento de las UF del griego y del español. De hecho, autores como A. Nar (1985) y C. Montoliu (1996: 283-285) han incidido en tal fenómeno.

6. Conclusiones

La variación fraseológica es connatural a la lengua y no se opone, en absoluto, a la fijación que caracteriza a las UF, sino que responde a la diversidad en que viven los hablantes. Nos han interesado especialmente las VF que suponen deturpaciones inconscientes por parte de hablantes que desconocen el significado de las unidades que constituyen el fraseologismo. Esto prueba tanto que las UF se memorizan de la misma manera que las palabras simples, como que lo que reconocen los hablantes son más bien esquemas fraseológicos.

La comparación fraseológica entre el griego y el español demuestra el alto grado de equivalencia entre los fraseologismos de ambas lenguas. Y es posible que el judeo-español haya sido un eslabón importante en este proceso de acercamiento.

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i Entre ellos destacan Ignacio Bosque (2001), Gloria Corpas (1996, 2000 y 2003), Leonor Ruiz Gurillo (1998 y 2001), Inmaculada Penadés Martínez (2001), Mario García-Page (2003), etc., sin olvidar al japonés Kazumi Koike (2001).

ii Conocíamos los siguientes trabajos escritos en griego: Crida Álvarez (1999), Δεμίρη (1983), Peramos Soler (2003).

iii Hay autores que describen más de una docena de rasgos (López Roig, 2002), haciendo hincapié en que algunos rasgos son más centrales y otros, más periféricos. En nuestra exposición, nos limitaremos a aquéllos que son indiscutibles.

iv Lo único que no parece admitir discusión es el carácter poliléxico de las UF, aunque ello no resulta óbice para que, en ocasiones, se dude en la clasificación de determinadas construcciones, clasificándolas unos estudiosos como UF y otros, como compuestos (Pérez Vigaray-Batista, 2005).

v Si bien es evidente que, sobre todo, el lenguaje más formal, según se muestra en sus usos «oficial» o «burocrático», está lleno de colocaciones, nos parece indiscutible que la «buena prosa» no suele hacer uso del discurso repetido. A lo que sabemos, el único texto literario compuesto exclusivamente de frases hechas es el Cuento de cuentos de Quevedo, que, a pesar de sus escasas páginas, resulta agotador de seguir.

vi Así, frente a lo que, como veremos enseguida, consideran B. Wotjak o G. Ortega e I. González Aguiar, tampoco considera VF a aquellas modificaciones gramaticales del tipo de meter la pata/ metedura de pata; ni a las variaciones regionales o socioculturales que pertenecen a una misma lengua y son correctos en sus zonas de uso (cazar tilingos [Ecuador] / pensar en las musarañas [español general] o quedarse en el chasis [popular] / quedarse en los huesos [general]); ni a las unidades fraseológicas que se caracterizan por la falta de algún elemento necesario para constituir una unidad de sentido completo que funcione en algún nivel gramatical (a mis / tus / sus anchas).

vii Se entiende como cambio morfológico aquellas alteraciones o cambios en uno de los miembros de la UF. Estos cambios pueden ser de género, de número, de cuantificación, de determinación: más pobre que las ratas/ más pobre que una rata; volver las aguas a su cauce/ volver las aguas a sus cauces; romper en pedazos/romper en (mil) pedazos; ponerse gallo/ ponerse gallito, poner de patas en las calle/ poner de patitas en la calle.Las variantes sintácticas se dan cuando surgen cambios o alteración en el orden de la frase, pero que no influyen en la lexicalización de la UF: remover cielo y tierra/remover tierra y cielo; confundir el tocino con la velocidad / confundir la velocidad con el tocino; del derecho y del revés / del revés y del derecho.

viii Otros estudiosos hacen esta misma distinción; así, Gloria Corpas (1996: 27) diferencia entre variantes no intencionadas y modificaciones intencionales y Burger (2000) opone la variación intencionada a la variación habitual.

ix Todas las VF ejemplificadas han sido recogidas directamente por los autores de este trabajo. Todas ellas entran dentro de la variación no-intencionada, ya que los hablantes no son conscientes de que están empleando variantes.

x Es lo que Ortega y González Aguiar (2005: 102-103) llaman esquemas fraseológicos, afirmando lo siguiente: «hablarηemos de dichos esquemas para designar aquellas combinaciones de palabras fijadas a las que se les añade un sintagma u oración (que es precisamente la parte variable), y que muestran una productividad especial frente a otras combinaciones sintácticas fijadas. Sería el caso de patrones fraseológicos como A todo/toda..., (No) meterse en/donde... . Estos esquemas cumplen con dos requisitos importantes para ser analizados como variantes: la equivalencia designativa y la semejanza formal parcial».

xi No se puede negar, no obstante, que son propiamente lingüísticos rasgos como la entonación interrogativa, en el ejemplo que hemos puesto, o la entonación exclamativa en otros (¡Hola!, ¡Adiós!).

xii Entre ellos destacan los de Varela y Kubarth, Seco et alii, etc.

Fuente: http://www.ogigia.es/OGIGIA3_files/OGIGIA3_PERAMOS_Y_BATISTA.pdf